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Salón de Belleza, película mexicana con infidelidades y chismes de los años 50

El filme de 1951, protagonizado por Emilio Tuero y Rita Macedo, expuso amoríos y ambiciones femeninas. No se convirtió en emblema de la cinematografía nacional, pero sí es un buen ejemplo de las historias que entretenían a los mexicanos a mediados del siglo XX. Texto: Liza Luna

La cinta Salón de Belleza, polémica, moralina y, aun así, bastante entretenida, se estrenó en noviembre de 1951. Bajo la dirección de José Díaz Morales, la película de Argel Films evidenció a los recintos de embellecimiento como “un lugar familiar para todas las mujeres del mundo”, llenos de intimidades y secretos.

Su producción no innovó en cuestiones técnicas o narrativas, pero sí expuso temas controversiales como el adulterio, falsedad en el mundo del espectáculo y hasta asesinatos por infidelidad.

Anuncio promocional para el estreno de “Salón de Belleza”, en el Cine Orfeón, el 16 de noviembre de 1951. A pesar de su atractivo reparto y tema tan “apasionante”, la cinta no duró mucho tiempo exhibiéndose en nuestro país. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Amoríos y engaños, trama de Salón de Belleza

La historia de Salón de Belleza se centró en Román Alcocer –interpretado por Emilio Tuero, “El Barítono de Argel”–, un carismático y humilde agente de tránsito quien rechaza la oportunidad de ser estrella de cine.

El conflicto ocurre cuando Socorro –actuada por Elda Peralta–, novia de Román y trabajadora de la estética Merle, decide engañarlo con un millonario con el único objetivo de conseguir lujos.

El elenco también contó con Rita Macedo en el papel de Katy, otra empleada del establecimiento de belleza y secretamente enamorada de Román; Liliana Durán, quien actuó como Elisa Manci, una famosa actriz de cine; y José Luis Aguirre “Trotsky”, desahogo cómico de la cinta.

Salón de Belleza expuso más conflictos secundarios de infidelidad. El más relevante ocurrió cuando una resignada mujer acepta separarse de su adúltero marido para que él continúe su aventura con otra de las clientas de la estética.

La polémica cinta no se fue con medias tintas y representó, según su sesgo moral, el lado más sufrido o el más descarado de las mujeres mexicanas. Mientras una de las esposas sobrevivía al rechazo de su pareja, otra se reía cuando descubrían sus infidelidades, así de extremo.

José Díaz Morales estuvo a cargo de la dirección de Salón de Belleza y fue coguionista, a lado de Carlos Sampelayo; el argumento original fue trabajo de José G. Cruz y Fernando A. Rivero.

La filmación comenzó a mediados de 1951, con locaciones de la Ciudad de México. Uno de sus escenarios más importantes fue el cruce de las vialidades Nicolás San Juan y Diagonal San Antonio, en la colonia Del Valle. En tal intersección se encontraba una sucursal de Zapaterías A.B.C., espacio donde se ambientó la estética Merle.

Aunque la controversia de su trama pudo atraer a las audiencias y ganarle un espacio en la memoria mexicanaSalón de Belleza no es una cinta que se recuerde con facilidad dentro del legado cinematográfico nacional.

“Buena película que pudo ser mejor”

El 16 de diciembre de 1951, EL UNIVERSAL publicó el artículo ¿Será una pareja fiel? de Marjorie Holmes, escritora de contenido cristiano, donde se abordó el adulterio. “Creo que llegará el día en que los psiquiatras clasifiquen la infidelidad como enfermedad”, apuntó la autora estadounidense.

Los engaños amorosos eran un gran tópico de debate a mediados del siglo XX. Casos de divorcio, demandas y hasta agresiones entre amantes aparecieron en los medios e inspiraron tramas cinematográficas, pero eso no les aseguró éxito en taquilla.

Argel Films tuvo problemas para lanzar Salón de Belleza por conflictos no especificados con el Cine Ópera y apenas unos días antes de la presentación, se decidió trasladar la cinta al Cine Orfeón. Su estreno ocurrió el 16 de noviembre de 1951.

“Condición”, primera interpretación musical de Tuero en “Salón de Belleza”, creada por Gabriel Luna de la Fuente y Gabriel Ruíz. Artistas como Antonio Aguilar, Los tres diamantes o Marco Antonio Muñiz también hicieron su versión de este bolero. Fuente: YouTube.

Para desgracia de la casa productora, el filme de Díaz Morales sólo se proyectó una semana en el complejo de la colonia Centro. El Cine Nacional retomó su exhibición hasta el 27 de febrero de 1952, pero sin números alentadores; por esas fechas, Del odio al amor –remake de Enamorada– y Nosotras las sirvientas, con Alma Rosa Aguirre y Domingo Soler, dominaban la cartelera.

Días después de su estreno original, EL UNIVERSAL publicó una postura honesta sobre la cinta. “Salón de Belleza puede considerarse como una buena película que pudo haber sido mucho mejor, si el director hubiese aprovechado algunas situaciones y manejado a sus artistas para sacarle sentido a sus personajes”, se leyó en este diario el 23 de noviembre de 1951.

Se criticó con severidad una de las escenas más complejas de la película, cuando un esposo se entera de la infidelidad de su mujer y la asesina. Al ser el momento más trágico y sorprendente del metraje, la actuación de los intérpretes dejó mucho qué desear, según consideró esta casa editorial.

Bolero “No lo creas”, canción que formó parte de “Salón de Belleza”, interpretada por Emilio Tuero y compuesta por José Antonio Zorrilla “Monís” y Gabriel Ruíz. Fuente: YouTube.

En el artículo también se acusó a Salón de Belleza de abusar de lo “cursi”, sobre todo en las interacciones entre Román y Socorro, pues se exageró en la humillación que sufría el agente de tránsito a manos de la ambiciosa mujer.

A pesar de tales fallos narrativos, EL UNIVERSAL reconoció que los recintos de embellecimiento capitalinos sí dotaban de chismes e inmoralidades como las vistas en la cinta. De acuerdo con el artículo, las clientas y trabajadoras de cualquier salón de belleza, “con sus comentarios y pláticas, enteran a medio mundo de sus intimidades”.

Este diario analizó la labor de Díaz Morales en el banquillo de director y se consideró que “ya le salen las películas que dirige”. El realizador español tuvo como ópera prima Jesús de Nazareth, primera cinta nacional en abordar la vida de Jesucristo, aunque sus trabajos nunca destacaron por calidad.

A quien le fue bastante bien fue a Emilio Tuero, protagonista y galán de la época. Esta casa editorial considero que su canto mejoró en Salón de Belleza y que, si continuaba así, tendría mucho éxito en el campo musical.

EL UNIVERSAL concluyó que las producciones cinematográficas del momento dejaron mal paradas a varias talentosas intérpretes, pues “[aparecen] como mujeres frívolas, ligeras de casco y con humo en la cabeza”. El filme de 1951 tuvo perspectivas morales que satisfacer, pero su ejecución dejó mucho a deber a sus espectadores.

Meses antes, este diario presentó la breve opinión de un lector, quien condenó los contenidos de entretenimiento que sólo “exaltan el adulterio, la infidelidad, las bajas pasiones y las lacras del bajo mundo mexicano”. Eran temas relevantes para la sociedad, pero pocas veces se hicieron con calidad.

Salón de Belleza puede encontrarse en internet y aunque su mensaje no sobrevivió al paso del tiempo, sobre todo por su latente perspectiva machista y moralina, todavía se aprecia como una entretenida cinta que atrapa con su encanto morboso y voyerista.

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Cultural

Los ataques de la Alemania nazi que llevaron a México a entrar en la Segunda Guerra Mundial hace 80 años (y el momento transformador que generó para el país)Pero el suceso a la postre también representaría un parteaguas de una época transformadora para la sociedad y economía mexicana. “Si algo cambió la cara de México en el siglo XX, fue la entrada a la Segunda Guerra Mundial”, le dice a BBC Mundo el historiador César Valdez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Y es que el hundimiento del Potrero del Llano -y otro buque más, el Faja de Oro, siete días después- llevaron al México de la preguerra, con un desarrollo lento, a industrializarse y sentar las bases de lo que hoy es un vigoroso intercambio económico con Estados Unidos. Una potencia con la que comparte frontera y que hasta ese entonces despertaba un gran sentimiento de antagonismo entre los mexicanos de la época. Los hundimientos México, al igual que muchos países de América Latina, se habían mantenido al margen de la Segunda Guerra Mundial desde que estalló el conflicto en septiembre de 1939. La postura entre los países de América Latina era de no intervención, aunque muchos gobiernos -entre ellos el mexicano- sí condenaron las invasiones de la Alemania nazi.La Alemania nazi de Adolf Hitler no mostró un plan claro para incluir a México en su bando, pero hubo algunos intentos de inteligencia. Pero el ataque de Japón a la base estadounidense de Pearl Harbor, en diciembre de 1941, cambió las cosas. Estados Unidos entró en la guerra y los países del continente comenzaron a enfrentar presiones para definirse. México, siendo el país a las puertas del territorio estadounidense, estaba en una posición compleja. “Estados Unidos hace un montón de informes de inteligencia y se los manda a México. Había nombres de empresarios, de políticos, de descendientes de alemanes”, señala Valdez. En esas circunstancias se dio el hundimiento de los buques petroleros mexicanos por parte de submarinos alemanes que ya tenían presencia en aguas cercanas a los países de América. El Faja de Oro sufrió una suerte similar al Potrero del Llano: el 20 de mayo, un submarino alemán U-106 hundió al barco en el estrecho de Florida y murieron 9 de los 37 tripulantes. “El hundimiento de los barcos mexicanos no es un caso aislado”, le explica a BBC Mundo el historiador Veremundo Carrillo-Reveles, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM). “Hay toda una estrategia por parte del ejército alemán por tratar de cortar todos los suministros que se están enviando, de petróleo y de otros productos básicos, hacia Inglaterra”, añade.Barcos de Argentina, Brasil, Cuba, Colombia y Venezuela también fueron hundidos en el Atlántico. La declaración de guerra Ante la nula respuesta alemana a la exigencia de compensación por parte de México, el gobierno de Manuel Ávila Camacho pidió al Congreso una declaración de guerra. “Se declara que, a partir del día 22 de mayo de 1942, existe un estado de guerra entre los Estados Unidos Mexicanos y Alemania, Italia y Japón”, establecía el documento. “El 13 de mayo el ataque vino. No decidido y franco, sino desleal, embozado y cobarde, asestado entre las tinieblas y con la confianza absoluta en la impunidad. Una semana más tarde se repitió el atentado frente a esta reiterada agresión, que vulnera todas las normas del derecho de gentes y que implica un ultraje sangriento para nuestra patria”, le dijo el presidente Ávila Camacho a la nación.En los hechos, el país no esperaba ni tenía capacidad de enviar una fuerza militar al frentede batalla en Europa, Asia o los océanos, pues el ejército mexicano en realidad era muy limitado. Había unos 50.000 efectivos que no conformaban brigadas ni divisiones, y la aviación contaba con solo 25 aviones, por lo que no había posibilidades de abrir una ofensiva. La defensa del país era igual de limitada. “El país no tenía fuerza antiaérea para repeler cualquier ataque del Pacífico”, señala Valdez, pues la principal preocupación del momento era la llegada de Japón a las costas mexicanas. Si bien para EE.UU. era bueno contar con México entre los aliados, la endeble posición militar del país se convirtió en una situación de cuidado.La declaracón de estado de guerra de México se conserva en el Archivo General de la Nación de México. “Para Estados Unidos esto es terrible, porque desconfían plenamente del gobierno mexicano y de su ejército. Entonces lo primero que comienzan a hacer es a sugerirle a México que transforme determinados rasgos de sus fuerzas armadas”, explica Valdez. A través de la Ley de Préstamos y Arrendamientos, EE.UU. empezó a ofrecer recursos económicos, provisiones militares y asistencia técnica para reforzar la posición de México. “México modifica totalmente su sistema de defensa, creando tres comandos: Pacífico, Golfo e Istmo. Teníamos cubierta la posible invasión japonesa por el Pacífico, resguardando el petróleo en el golfo de México, y el Istmo por la posible entrada por Centroamérica”, explica Valdez. Una lanzadera de desarrollo Además del mejoramiento militar, México vivió a partir de la entrada en la guerra un momento único de desarrollo económico que transformaría la realidad del país en poco tiempo. Y es que el país entró en una época de industrialización que en los esfuerzos de guerra era muy necesaria para proveer a Estados Unidos y los aliados de recursos. “Fue un momento crucial para la historia del siglo XX mexicano, porque se acelera tu industrialización por las necesidades de la guerra”, explica Carrillo-Reveles.El presidente Manuel Ávila Camacho encontró una punto de apoyo importante para negociar con EE.UU. al ser México un país estratégico en la región. “Entran muchísimas divisas que ayudan a que el país tenga un despegue”, añade. Además, comenzó el programa “Braceros” que permitió a decenas de miles de mexicanos trabajar legalmente en Estados Unidos, lo que dio pie a la primera gran migración a ese país. “Se van a trabajar no solo en los campos agrícolas, sino también en los ferrocarriles, en la industria”. Estados Unidos no podía permitirse que el país vecino cayera en el bando contrario, por lo que le dedicó buena parte de su atención. “Probablemente hubo cierta dosis de presión norteamericana para entrar [en la guerra]. Pero lo que no deja de llamar la atención es cómo estos políticos mexicanos aprovechan ese contexto para lanzar económicamente a México, que va a irse consolidando en los siguientes años”, señala Valdez. En los siguientes 20 años, México vivió un crecimiento económico notable que llegó a llamarse el “milagro mexicano”.Estados Unidos dio la bienvenida a miles de trabajadores mexicanos durante la Segunda Guerra Mundial. Antes de la guerra, “a México lo siguen viendo en el contexto internacional como un país de sombreros y pistolas”, dice Valdez. La vieja enemistad Más allá de los acuerdos políticos, entrar en la guerra no era algo popular para el pueblo mexicano. Una encuesta, de las primeras que hubo en el país, explica Carrillo-Reveles, mostraba que cerca del 70% de los mexicanos no apoyaba el que México participara en la Segunda Guerra Mundial. Y acompañar a Estados Unidos en un esfuerzo bélico era igual de impopular. En la década de 1930 se cumplió un siglo de la anexión de Texas por parte de EE.UU. y estaba por llegar el centenario de la guerra con Estados Unidos en la que México perdió la mitad de su territorio (1848). “Había un sentimiento histórico antiestadounidense muy fuerte, y también antibritánico, porque hay que recordar que después de la expropiación petrolera de 1938, Inglaterra rompe relaciones con México”, señala Carrillo-Reveles.Además, el gobierno mexicano enfrentaba inestabilidad política, tanto por los grupos opositores de los sectores de la izquierda, incluidos los comunistas, como de los derechistas, con grupos alineados a la ideología fascista. La guerra, sin embargo, fue aprovechada por el gobierno para cerrar flancos: “Surge la oportunidad de transformar el discurso de enfrentamiento político que provoca el cardenismo [del gobierno de Lázaro Cárdenas, 1934-1940] en una política de unidad nacional para los mexicanos”, indica Carrillo-Reveles. Y hubo una muy intensa campaña de propaganda gubernamental -apoyada desde EE.UU., advierte Valdez- para convencer a los mexicanos de las razones de estar con los aliados. “No hay secretaría de Estado mexicana que no haya impreso un cartel donde la bandera mexicana y la norteamericana aparezcan juntas. Pero no necesariamente creo que se haya diluido ese sentimiento en contra de Estados Unidos”, explica el historiador. El Escuadrón 201 en batalla Pese a las limitadas posibilidades de México, el gobierno envió un contingente fuera de su territorio: el Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Mexicana. Acompañó a la 5ª Fuerza Aérea de EE.UU. en su campaña contra el imperio japonés en Filipinas.El expresidente Lázaro Cárdenas, una figura fuerte del nacionalismo, sirvió para que el gobierno tuviera respaldo popular a la guerra. A pesar de la desconfianza de la contraparte estadounidense, los pilotos mexicanos ejecutaron ataques en picada peligrosos en julio de 1945 en los alrededores de Manila. Su participación se dio a solo unas semanas de que se produjeran los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki que pusieron fin al conflicto en Asia. “Fue una contribución mexicana en la medida de sus posibilidades”, explica Valdez. “Ellos entraron en acción de guerra, iban a combatir a los japoneses, tuvieron entusiasmo, tuvieron miedo, Estuvieron en guerra porque México estaba en guerra”, dice el historiador ante la concepción que se creó años después de que la participación mexicana fue simbólica. Aquellos pilotos mexicanos no tenían idea de que estaba por terminar la guerra del Pacífico con una operación altamente secreta para lanzar bombas atómicas.México participó en la campaña que encabezaba Estados Unidos en el Pacífico, en países como Filipinas. Pero más allá de lo que hizo el Escuadrón 201, Carrillo-Reveles destaca cómo México tuvo una contribución importante en la victoria de los aliados a través de todo el apoyo de fuerza laboral e industrial a Estados Unidos. “Contribuyen de manera muy importante a que la economía de Estados Unidos no pare y que pueda mantener incluso a flote a una Europa que está colapsada completamente”, señala. Por mucho tiempo circularon versiones sin sustento, señalan los historiadores, de que Estados Unidos fue el que hundió al Potrero del Llano y el Faja de Oro. “Hoy no hay absolutamente ninguna evidencia de que haya sido Estados Unidos”, apunta Valdez. En cambio, el tiempo mostraría que la guerra fue un momento transformador para México: “Y si se piensa, todo esto es producido por el hundimiento de un barco”.